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La cuenta pendiente

04/02/2012

Aún habiendo sido estrenada en EEUU a finales de Septiembre del año pasado no ha sido hasta éste fin de semana cuando se ha estrenado  Moneyball (Bennet Miller, 2011) en nuestro país.

Es curioso el hecho que para tratarse del deporte más seguido en el país que gobierna Mr. Obama hay pocas películas que se centren en el deporte en sí, más que lo use como una excusa. Recordemos que los personajes siempre llevan la historia, pero creo que en contadas ocasiones había sido la trama principal tan centrada en el deporte en sí.

Billy Beane no escuchando a su equipo.

Moneyball es una película entretenida, no una obra maestra, pero que deja un buen guión y magníficas interpretaciones. Entre ellas destaca, más que la que le ha valido la nominación a los Oscars a Brad Pitt, la que ha conseguido la nominación como secundario a Jonah Hill al que nadie consideraba un actor suficiente hasta este momento. Y, la «magia» del guión de Moneyball es que no sale del estadio.

Recordemos la sinopsis de la película:

«Billy Beane (Brad Pitt), el director general de un equipo de béisbol de Oakland, logra mantenerse en los primeros puestos e incluso llegar a la final del campeonato durante varios años consecutivos, a pesar de contar con uno de los presupuestos más bajos de todas las grandes ligas. Entonces decide cambiar el sistema.»

Y eso es lo que muestra la película. No hay tramas no relacionadas con el equipo de baseball (sólo una pequeña entre Beane y su hija), ni nos centramos en los personajes su decaída, ect. La subtrama principal que se da entre Beane – Peter Brand (Hill), en un carácter de maestro discípulo mezclado con amistas y que es la que mueve la historia. Y, sin embargo, no vemos apenas el campo. Como el propio Beane durante los partidos, sólo vemos pequeños fragmentos de lo que sucede. Y tampoco nos interesa. Porque la historia trata de lo que sucede en el despacho, no en el campo.

Moneyball (donde se nota, y mucho, la mano de Aaron Sorkin en el guión) es al baseball lo que Any given Sunday (Oliver Stone, 1999) era al fútbol americano, incluso con la espectacularidad de las imágenes de los partidos, aunque sin el uso de tanto metraje de ellos como hacía Stone. Aún así, Any given…, una película infravalorada desde mi punto de vista, mostraba perfectamente el juego de despachos, las idas y venidas de los jugadores. Cómo se alcanzaba la fama y se caía al día siguiente. Hasta cierto punto de vista esto muestra Moneyball, con la curiosidad de que en este caso se basa en hechos reales.

A pesar de ello, el cine le tiene una gran deuda al deporte. Pocas películas logran capturar bien la magia de los deportes, dejando de lado la espectacularidad y buscando una historia interesante que mostrar. El boxeo es el único que realmente ha sabido el cine captar. Son innumerables las películas al respecto, destacando, lógicamente Rocky (John G. Aldvinsen, 1976) y Raging Bull (Martin Scorsese, 1980). En un cambio de punto de vista, las modernas sobre lucha, The Westler (Darren Aronofsky, 2009) o la inédita en España Warrior (Gavin O’Connor,2011).

Tom Hardy y Joel Edgerton hermanos a puños en Warrior

Sin embargo, pocos más son los deportes que han tenido la suerte de ser bien reflejados en la pantalla. Hay buenas películas, pero no una sobre la que podamos discutir si es una obra maestra del propio deporte. El baloncesto, precisamente, es uno de estos deportes tan mostrados, pero que no han sido capturados realmente.

En un intento de hacer esto en el fútbol se originó Goal! (Danny Canon, 2005) una película que se acercó, aunque lo que le hizo perderse fue la búsqueda de espectacularidad y de «realismo» a base de colocar la cara de los jugadores patrocinados por nike en la película. En escenas no necesarias. Pues su aparición en los partidos sí que aportaban a la historia. Pero, en su búsqueda de creación de una trilogía se perdió el sentido y fracasó.

Es una pena que un deporte tan importante en nuestro país como es el fútbol no tenga una película de estas características. Pero, uno de los problemas principales es la dificultad que tiene de ser capturado en 24fps. El fútbol americano tiene pausas, jugadas, arrancadas y paradas. Es muy cinematográfico. El fútbol, un deporte en continuo movimiento, acaba quedando falso al ser mostrado en la pantalla. Incluso en el spot de Guy Ritchie que muestra en primera persona al futbolista sigue dando esta sensación de falsedad.

Pero, sin embargo, en nuestro país (como seguro en otros como Inglaterra o Italia) los despachos de equipos de fútbol tienen múltiples historias que contar. Estoy seguro. Y es una pena que en nuestro país no se vaya a hacer nunca un Moneyball o un Any given Sunday. Por que la realidad es que esas películas siempre hacen quedar mal a alguien. Y con la fuerza que tiene el negocio del fútbol, mejor no hacerlo si quieres llegar al día siguiente.